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El consumo y la producción de bebidas destiladas son dos actividades íntimamente ligadas a la historia y tradición de España desde los tiempos más inmemoriales. Así, el arte de la destilación es una actividad milenaria, muy arraigada en nuestra cultura mediterránea, que hunde sus raíces en la civilización egipcia, aunque fueron los árabes quienes la perfeccionaron y la aproximaron a como la conocemos hoy.
La tradición destiladora de España tiene su origen en el paso de algunas de las más grandes civilizaciones de la antigüedad como la griega, la romana o la fenicia. Nuestro país siempre ha estado vinculado, de un modo u otro a la elaboración de bebidas alcohólicas, constituyendo un signo más de nuestra identidad cultural. De modo que es difícil encontrar un rincón en nuestro país que no tenga su destilado típico o una empresa dedicada a la elaboración de licores.
El proceso de destilación prácticamente se ha mantenido intacto desde su invención, manteniendo la esencia de esta cultura tradicional y ancestral, aunque incorporando los lógicos avances tecnológicos y elementos innovadores impuestos por el paso del tiempo. Fruto de esta cuidada combinación de tradición y modernidad se ha conseguido posicionar a España como uno de los mercados más valorados a nivel internacional, por el amplio abanico de bebidas de gran calidad que en nuestro país se producen.
España es un importante mercado de bebidas espirituosas, tanto por su producción como por el patrón asociado a su consumo, caracterizado por el disfrute social y moderado. Las bebidas espirituosas forman parte de la liturgia social, como prueba el papel privilegiado que los destilados tienen en nuestra cultura, siempre asociados a celebración y disfrute.
La importancia de nuestro país en el mercado global de bebidas espirituosas no es casual, es fruto del esfuerzo de hombres y mujeres, productores que llevan años promoviendo la calidad de sus productos y la responsabilidad asociada a su consumo. El esfuerzo realizado por la industria de bebidas espirituosas ha conseguido posicionar a España como el tercer país europeo en número de indicaciones geográficas, por detrás de Alemania y Francia, lo que demuestra la amplia tradición de este sector en nuestro país.